domingo, 2 de febrero de 2014

DÍA DE LA VIDA CONSAGRADA.

Hoy, para esta entrada del Día de la Vida Consagrada quiero que leais un testimonio de una religiosa Concepcionista que encontré en una página vocacional.

○Testimonio:
Para hablar de mi “llamada”, de mi “historia”, quiero apoyarme en las Palabras de Jesús: “Dad gratis lo que habéis recibido gratis” (Mt. 10, 8) y compartir con vosotros un poquito de mi vida y mi felicidad.
Mi nombre es Mª Jesús  y soy religiosa concepcionista. Pero hasta llegar a lo que soy ahora he recorrido un camino en el que la Mano Providente del Padre ha ido actuando.
Mi infancia, sencilla y feliz, aprendió de mi madre el valor de la fe, la bondad, el sacrificio, la entrega,  el saber escuchar... ; de mi padre, la honradez, el cumplimiento del deber, el trabajo bien hecho, la responsabilidad.... Así se fue “abonando” un terreno, ya preparado por Dios (“Antes de haberte formado yo en el seno materno, te conocía y antes que nacieses, te tenía consagrado”. Jr. 1,5).  Y EL siguió actuando en mi vida. Conocí a las religiosas concepcionistas cuando empecé a ir a su colegio. Mi adolescencia está marcada por ese encuentro, primero en Segovia y después en Madrid, porque, por razones de trabajo de mi padre, salimos de nuestra tierra, dejamos amigos y seguridades, para comenzar una nueva etapa.
Poco a poco, mi vida, sensible a las necesidades de los demás, empieza a abrirse a ellas y con mis trece o catorce años comencé a dar catequesis a niños de la parroquia a la que pertenecía el colegio de MM. Concepcionistas de la calle Princesa; a interesarme por las misiones, a pertenecer al Movimiento “Montañeras de Santa María”,  a participar activamente en campañas, a ayudar en el Cottolengo... ¡me sentía feliz dándome a los demás! Pero... al mismo tiempo surgieron muchos interrogantes y sentimientos que no quería aceptar. Pasaba el tiempo y “aquello” crecía en mi y... ¡yo no quería! Me convencía a mí  misma diciéndome que con un cierto compromiso cristiano de oración y Eucaristía diaria y darme a los demás, ya era suficiente y a Dios también le tenía que valer.
Además yo tenía mis amigos y mis planes: hacer Medicina y formar una familia cristiana. Y era bueno. Sin embargo mi felicidad estaba en otro camino y mi Señor Jesús (como me gusta llamarle) supo atraerme y enamorarme (“Me has seducido, Señor, y me dejé seducir”. Jr. 20, 7).  Me llevó hasta EL,  me habló al corazón y... ¡yo me rendí! El día que derribé el muro para que Dios tomara mi vida, me sentí con tanta paz, tanta alegría, que es difícil de expresar. Sabía que con EL todas las dificultades que se presentaran podríamos salvarlas.  Se inició una etapa dura. Lo pasé mal, pero puse mi confianza en Dios y no me defraudó. Acompañó mi vida y eligió a una concepcionista para que también  cuidara y acompañara mi vocación.
Por fin, el Señor hizo posible que se empezaran a realizar los “sueños” que EL tenía para mi y que ya eran los míos también. Le entregué  mis jóvenes diecisiete años, mis ilusiones y proyectos, mi vida y mi amor... Quería ser toda de EL y hacer su voluntad.
Desde mi primera profesión religiosa han pasado treinta y cinco años y cada día de mi vida continúa siendo importante y especial porque el Señor está presente, sigo sintiéndome elegida y amada, me siento llamada y enviada a una misión.
Sigo caminando pisando unas huellas que Carmen Sallés dejó, fiándome de Dios, viviendo gozosa la vocación concepcionista, entregándome a niños y jóvenes en su educación y evangelización, llenándoles de valores humanos y evangélicos  para que no “caigan”, en definitiva, y como nuestra Fundadora quería, intento anticiparme al mal con el bien (es la educación preventiva que ella tanto promovió, inspirada en el dogma de la Inmaculada Concepción); deseo descubrir a Cristo en el corazón de esos niños y jóvenes que, año tras año,
Dios pone en mi vida. Cada día deseo y procuro pasar por la vida haciendo el bien, como Jesús pasó.
Y siempre alentando mi caminar, María, la Llena de Gracia. Es Madre y Modelo de respuesta para mí. Su “SÍ” a Dios en todos los  momentos de su vida, ha dejado una huella profunda en la mía.  Su “¡HÁGASE!” ha fortalecido el mío, especialmente, para dar respuesta a lo que se me encomienda a través de la Congregación. Ella también es Modelo para mí en la misión y entrega, en el servicio a los demás.
Así, ¡soy feliz!
Soy feliz porque la Palabra de Dios llega hasta mí cada día y es Palabra de Vida, porque EL se me da haciéndose Alimento de Amor en la Eucaristía, porque todos los días nos encontramos  en el silencio, la oración, la misión.
Soy feliz porque EL me concede el don de la comunidad, hermanas que me ayudan a seguir adelante, siempre adelante.
Soy feliz porque me ayuda en los momentos de dolor y de gozo, con la fe y esperanza, concediéndome fortaleza y serenidad para vivirlos.
Soy feliz porque una Madre, María Inmaculada, me invita cada día a abrir mi vida a la Gracia, a buscar y cumplir la voluntad de Dios. Me lleva hasta su Hijo y me dice:”Haz lo que Él te diga”.
Con todo, soy consciente de mis limitaciones, de mi fragilidad y pobreza.  Por eso quiero abandonarme en sus Manos de Padre, dejarme llenar por el Amor de Cristo, su Hijo y dejarme guiar por su Espíritu, para que, como M. Carmen, pueda dejar VIDA en la vida.

¡DOY GRACIAS A DIOS PORQUE EL ES QUIEN ME HACE FELIZ!

Este es el enlace de la página para quien esté interesado en mirar más testimonios:

http://www.buscoalgomas.com/congregacion/17/concepcionistas-misioneras-de-la-ensenanza/testimonio

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