Escuché una vez que en lo más pequeño puede llegar a albergarse lo más grande, que en lo más humillado puede esconderse lo más enaltecido.
Algo parecido narra esta historia, que cuenta como una pequeña vela, pudo encender algo tan grande.
Era un frío invierno, en el que los habitantes de un pequeño pueblo de las montañas intentaban calentar sus hogares con cualquier cosa, ya que no tenían practicamente nada.
Una fría noche en la que la nieve ocupaba todo el pueblo y el frío inundaba todos los rincones, llegó a la villa un forastero al que nadie conocía, este hombre solo traía un pequeño zurrón y un minúsculo farolito con una llama casi imperceptible que le ayudaba a iluminar los oscuros bosques a lo largo de todo su camino. Este hombre no disponía de nada más, por lo que había veces que le resultaba muy difícil el tránsito por el bosque.
Al llegar al pueblo, nadie le abrió su puerta para que pasara allí la noche, nadie excepto un anciano que vivía solo, sin nadie que le acompañase.
El forastero, en agradecimiento decidió conseguirle leña al anciano para calentar la casa ya que no podía conseguirla por él mismo debido a su avanzada edad.
Cuando consiguió la leña, la colocó en la chimenea y utilizó la pequeña llama de su farolito para encenderla, de este modo esa minúscula llama se convirtió en una fuerte llamarada que logró calentar el salón de la casa.
A la mañana siguente, el anciano se encargó de que todo el pueblo supiera del buen hacer de aquel desconocido hombre y enseguida toda la población estaba al tanto de lo agradecido que era aquel al que no habian querido abrir su puerta la noche anterior.
Esa misma noche, el hombre desapareció del pueblo dejando en el salón de la casa donde había estado alojado el farolito encendido con el que llegó y una nota: "Agradece a los otros sus acciones y multiplica tu luz".
Desde ese día todos los vecinos del pueblo siguieron el ejemplo del forastero y consiguieron leña para calentar todas las casas y encendieron sus chimeneas del mismo fuego que habia dejado el hombre, de la llama del farolito. Así pasaron los vecinos el invierno, manteniendo la pequeña llama encendida para calentar sus hogares.
Al invierno siguiente, la noche del 21 de noviembre volvió a venir el forastero y comprobó lo que en el pueblo había conseguido, los vecinos quisieron que se quedara allí a vivir pero él se negó, se fue a seguir dando ese ejemplo por todos los pueblos pero cada invierno, cada 21 de noviembre por la noche, el hombre volvía a comprobar los frutos del ejemplo que con un gesto pequeño y casi sin importancia había dejado allí.
Con este pequeño cuento abrimos en el blog la semana grande, la semana de la Niña María.
El cuento nos da el ejemplo de que en algo pequeño como es nuestra Niña María puede esconderse algo tan grande como es nuestra gran familia Concepcionista, se como ese anciano, abre tu puerta a lo pequeño que en realidad es lo más grande que te puedes encontrar. Esto es lo que hace cada 21 de noviembre nuestra Niña María, entrar en nuestros corazones y de alguna manera renovar el ejemplo que un día nos dejó.
Feliz semana a todos.
¡¡¡VIVA LA NIÑA MARÍA!!!
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